Hoy os traigo La familia, de Sara Mesa. Es una novela ligera, escrita a fragmentos que saltan de un tiempo a otro, construyendo lentamente el retrato (familiar) completo. Bueno, decir completo es aventurarse demasiado. Precisamente la gracia de esta obra, o una de ellas, es el borde difuso, la insinuación de la imagen, simular lo no lineal y líquido de la memoria.
Sara Mesa siempre me sorprende. Es capaz de esconder un montón de matices, detalles y sugerencias en una escritura sencilla y abierta. La familia es como un retrato familiar de esos en los que el pintor o el fotógrafo logra recoger en el rostro de cada uno la personalidad, el carácter y la relación con el resto de miembros. Está relatado a través de pequeños recortes familiares o individuales que poco a poco van rellenando los huecos de este retrato, hasta formarnos una idea muy nítida de lo que pasa en esta familia. Bueno, más que nítida, diría que es una idea fuerte. La realidad es por naturaleza borrosa, sin contornos, dispersa e inquieta, pero la fuerza de sus imágenes pueden darnos una sensación de claridad, de sentido profundo. Esto lo logra La familia.
«Mírala bien antes de despertar. Los puntos ciegos y las madrigueras», dice en la primera página. La casa, el contenedor en que una familia se da y es. La arquitectura que rige y limita, esqueleto enyesado sobre el que se inscriben los movimientos de cada miembro. Topografía jerárquica del aprendizaje y el castigo. Circunscripción esporífera del poder estatal. Umbroso invernadero: espacio de replicación (y réplica) a voluntad y control del hombre. «El pasillo como centro geográfico y frontera».
El padre, llamado Padre con la solemnidad y frialdad que su figura misma comunica, es un personaje… arquetípicamente reconocido, digamos. La violencia tranquila, racional, que transmite, nos resuena en mayor o menor medida a todos, haciendo vibrar los tensos hilos del trauma, entendido ampliamente, que supone ser hijo o hija y crecer siéndolo. La autoridad que no es reconocida por quien la tiene asignada, es invisible, y, por tanto, de esencia más autoritaria que la que es explícita y se nombra a sí misma.
Ya sea por sentirme plenamente decidido a perseguir la verdad, que solo es posible desde la honestidad ontológica, incomunicable y solo intuida por su portador, o haya algún ápice de buscar el aplauso, recibir palmaditas o dar cierta imagen a ciertas personas, me interesa mucho problematizar sin fin la masculinidad (qué frase tan larga). Por esto, todo lo relacionado con el tema llama mi atención, no puedo evitar fijarme. Reconocerme en una imagen, aunque sea de forma crítica, me hace sentir claridad en mi dirección, aunque esta sea la opuesta de la imagen. Con todo este rollo, simplemente quiero traer a colación el siguiente fragmento del libro. Contexto: Padre está enseñando su oficio a uno de los hijos, se lo está queriendo transmitir llevándolo con él, exigiéndole sin saberlo una adhesión a sus valores, a su modo de hacer, a lo que es “importante”.
– Iremos hacia el norte –dijo Padre. Él [el hijo] no sabía dónde estaba el norte ni dónde el sur, pero asintió y se dejó llevar.
Veo reflejado aquí cierto tipo de situación para el aprendizaje de la masculinidad. Me llama la atención por lo sutil que es. Y sobra decir que este fragmento va mucho más allá del gesto en sí, lo importante es que, como interacción, se construye sobre unas bases concretas: cierto tipo de relación de poder, expectativas marcadas por un cúmulo de experiencias, un amoldamiento al patriarca que lo edifica todo…
Hacer que lo sabes todo, todo lo que Padre te dice, para no ser excluido. Siempre que me atrevo a admitir ante mi padre que no sé de qué habla me siento en peligro, en escrutinio, anticipo su sorpresa desinhibida ante mi ignorancia. Se supone que, por ser algo tácitamente relacionado con lo masculino, yo debería haberme interesado por ello y aprenderlo por mi cuenta en caso de que mi padre no me lo haya enseñado.
Un hombre de verdad siempre gana al Trivial, demostrando su inmensurable intelecto omniabarcante. Nos encantan las respuestas cerradas y los libros de instrucciones, nos encanta que nos den objetos guía para ser “independientes”.
Padre tendía a creer que el silencio de los demás cuando él hablaba equivalía a comprensión absoluta. No solo a comprensión, sino a conformidad e incluso admiración
9⭐️/10⭐️
Compartir todo lo que una lectura me da y me hace pensar es muy complicado, puesto que muchos pensamientos son ideas descolgadas, pequeños destellos de intuiciones que aún no entiendo ni yo. Ojalá encontrar la manera de insertarlos en estas cartas que os mando, de hacer que tengan sentido y valor para quien los lea. De momento me conformo con seguir compartiendo lo que pueda, sin forzarme demasiado, y con decir que La familia es mucho más que el recorte que os he traído. Leerlo es una experiencia que recomiendo por su sencillez y agudeza, por los rincones de la casa que nos salvan y que únicamente el lector puede reconstruir e imaginar desde la brecha entre los capítulos.
¿Qué habéis estado leyendo últimamente? ¡Os leo en los comentarios! 🌸
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